miércoles, 26 de agosto de 2015

Cuando las respuestas ya no encajan con las preguntas...

Desde hace cuatro años, nuestra Plaza de la Filosofía quiere ser espacio de encuentro y reflexión. Ámbito en el que indagar hasta dónde puede conducirnos la pregunta de Montaigne: ¿qué estoy o estamos haciendo? Con la vida, con lo que nos inquieta… Una Plaza en la que como espacio abierto, acompañados de la Filosofía en su rostro más vivible, nos ayudemos a ser críticos con las propuestas que nos narcotizan y con las que pensamos alternativamente.


Aparcando la pesada pregunta de Kant acerca de ¿qué debo o debemos hacer?, en nuestra Plaza pretendemos reelaborar aquellos puntos de vista que, sobre lo personal y lo social, tanto nos condicionan. No para refundar lo conocido, tampoco para descubrirlo todo. Sino para reaprender lo posible y mejor en lo que se refiere al ´cuidado de uno mismo y de los otros`. En definitiva, para hacer de este una necesidad cercana y amable, por lo tanto, realizable.

¡Pues ya sabéis!, nos vemos todos por aquí... Quedáis invitados a seguirnos como ´miembros` o a través de nuestro Facebook: https://www.facebook.com/terapiafilosoficasergiolopezcastro


lunes, 17 de agosto de 2015

El hombre y los retos de lo interpersonal (II)

Hace una semana, abordábamos una difícil cuestión: la de lo interpersonal. Esa especie de necesidad y capacidad asociativa que las personas podemos establecer, sea a corto, mediano o largo plazo. Un dinamismo interrelacional, indisociable de ese otro mundo de cogniciones y consensos compartidos que sabemos es esencial en la formación de la individualidad; hablamos en este caso de la intersubjetividad. Por tanto, dos modos relacionales que se complementan, potencian y desafían decíamos. Y ello a través de tres niveles: el del logos o razón, el del eros o amor/pasión y el del ethos o costumbre/conducta.

Del primero solo recordemos que es lo racional -que no racionalista- de lo intersubjetivo, lo único que posibilita la comunicación y el diálogo con el otro. Pero vayamos ahora a los otros dos niveles. En la cercanía profunda del eros, lo interpersonal se ejemplifica de modo preeminente en la experiencia de la relación ´yo-tú`. Ello desde las características de inmediatez, presencia y reciprocidad que según Buber adjudicamos al encuentro con el ´otro`. Características que para el pensador judío son revalida de lo personal, en tanto relación exclusiva, inobjetiva y metapolítica, por encima de lo individualista y cosificante de la tensión ´yo-ello`. En esta misma línea, Lévinas opondrá a la vieja ontología occidental que, olvidándose de lo humano del ´otro`, solo ha apostado por conocer, poseer y dominar, su ontología deseante del ´rostro del otro`. Otro del que, en y por proximidad, somos indefectiblemente responsables.

Ya en el nivel del ethos, y siguiendo con Lévinas, el acceso verdadero al ´otro` ha de darse como movimiento de trascendencia más allá de la historia, la política y el horizonte mismo del mundo. Movimiento en el que lo ´infinito` del ´otro` y la alteridad sobrepasen a la ´totalidad`. Así, en esa relación alejada del poder del ego-conciencia y de la razón-objetivadora, el ´otro` se torna viuda, huérfano, pobre y extranjero. Prójimo al que es preciso escuchar.

Con claridad meridiana, a partir de la crítica al modelo greco-logo-céntrico y moderno de relación con el ´otro` construido desde un yo demasiado encorsetado sobre sí, interpersonalidad e intersubjetividad emparentan con desafíos inéditos para lo que fue el individuo moderno: cerrado, independiente y dominante. Como hombres y mujeres posmodernos, estamos llamados a desenvolver las virtualidades no siempre fáciles de estos desafíos relacionales. Solo podremos ser personas desde la responsabilidad que asume tanto la vulnerabilidad propia y ajena (eros y ethos), como lo proteico de nuestro estar en el mundo, esto en el sentido de aprender a cambiar de formas y de ideas (logos) respecto a lo real.

viernes, 7 de agosto de 2015

El hombre y los retos de lo interpersonal (I)

En nuestro mundo, caracterizado por el avance de la complejidad, la masificación y la massmediatización, en el que no han desaparecido la violencia, la competitividad, la xenofobia y las vejaciones de siempre, el reto del encuentro interpersonal sigue siendo ineludible a la hora de pensar lo humano. Sobre todo cuando si bien avanzamos hacia una creciente intercomunicación, no es menos cierto que el individualismo de las sociedades llamadas desarrolladas en muchas ocasiones dificulta u opaca los retos de lo relacional. De ahí que la orientación que demos a estos dinamismos, sea decisiva a la hora de potenciarnos o de alienarnos individual y colectivamente.


¿Por qué? Pues porque más allá de la simple relación entre sujetos, lo interpersonal se constituye en un ´entre` capaz de comprometer a toda la persona. Un ´entre` en el que se alumbra la idea -y se deja orientar la práctica- tanto de la razón dialógica como del encuentro existencial. Así, interpersonalidad e intersubjetividad se complementan. Tanto, que la primera designa un modo de ser de la segunda, plenificándola y concediéndole altura humana y moral, al tiempo que la desborda e incluso inquieta al someterla a exigencias de procedencia y fines diversos. Pero para entender mejor dicha complementariedad, quizá deberíamos ver cómo a nivel experiencial, interpersonalidad e intersubjetividad se proyectan sobre tres niveles: logos, eros y ethos… el de la razón/racionalidad, el del amor/pasión y el de la costumbre/conducta.

Por lo que se refiere al logos, la filosofía ha reconocido que lo intersubjetivo es esencial para constituir el mundo objetivo, para posibilitar la razón comunicativa o dialógica. Lo contrario sería el solipsismo metódico; aquel contra el que hubo de combatir Husserl cuando se acusó a su fenomenología de caer en él. Básicamente, Husserl se esforzó en mostrar cómo a partir de la dinámica trascendental de la empatía, se constituye en la experiencia del ´otro`, un mundo comunicativo del que depende la presencia del ´otro` como alter-ego, al tiempo que este ´otro`, en una relación circular, posibilita la objetividad. Más tarde, con vistas a configurar una racionalidad comunicativa -como exigencia para ampliar el sujeto trascendental kantiano- Apel y Habermas se esforzarán en mostrar las condiciones pragmáticas de una comunidad ideal de diálogo. Por tanto, desde esta perspectiva del logos y de la racionalidad, la tesis de Lévinas según la cual el Otro no sería un escándalo para la razón, sino la primera enseñanza razonable, se torna por completo comprensible…

En breve, continuamos con los otros dos niveles sobre los que la experiencia interpersonal e intersubjetiva se hace real…