domingo, 24 de mayo de 2015

Identidades sexuales y privilegios (III)

A principios de mes, nos preguntábamos, sí frente a las diferencias sexuales, o más exactamente sí frente a éstas, desde la perspectiva de género, no cabría la posibilidad de un planteamiento más complejo y radical que -sin dejar de valorar y asumir los estudios hechos al respecto- nos permitiera transgredir la determinación comprensiva y conceptual de un criterio unívoco. Por caso, el del posicionamiento binario varón-mujer, en tanto juego de supuestas esencias a seguir: una, la dominante e impuesta, otra, la postergada. Una transgresión por otra parte, de profundas consecuencias a la hora de sentar jurisprudencia respecto a los derechos de identidades y subjetividades. Precisamente por ir más allá de la simple discriminación positiva que, en pocos casos solo alcanza para salvar la igualdad jurídica de las minorías, y en la mayoría, para tratarlas como anomalías con derechos.

Pues bien, dicha posibilidad y planteamiento, veíamos también, nos lo brindan las tesis deconstructivistas. Fundamentalmente por dos cuestiones. Primero, porque disuelven las viejas y tranquilizadoras diferencias entre los sexos. Segundo, porque posibilitan el diseño igualitario, no subordinacionista, de nuevos espacios y dinámicas tanto para hombres como para mujeres. Precisando un poco más las cosas, queremos decir que si bien es necesario seguir defendiendo al feminismo de aquellos grupos que se niegan a suscribir los reclamos de las teorías de género, el mismo, por encontrarse indisolublemente ligado a la identidad sexual, frente a la erosión deconstructivista se queda sin objeto y sin argumentos, sin enemigo y sin armas. Pero también, que el propio deconstructivismo -con los análisis de conceptos y textos a los que invita, y con sus ideas del emborronamiento y la tachadura- puede concebirse como una herramienta útil al momento de borrar los margenes tradicionales del espacio y el poder masculino.

¿Por qué? Pues porque para la lógica deconstructivista, cada textualidad debe leerse, no desde un significado universal, sino desde la escucha y valoración de cada significado en su individualidad. De este modo se opta por la no-opción; de hecho esa es la clave de la différance deconstructivistaLa palabra propuesta por Jacques Derrida (1930-2004) para referirse al hecho de que algo no sea simbolizado sin más, dado que en sí mismo siempre desbordaría las posibilidades de toda representación. Así, ante cualquier diferencia... mejor diferir, posponer la distinción, la posibilidad de la dominación de un polo sobre otro.

viernes, 1 de mayo de 2015

Identidades sexuales y privilegios (II)

En nuestra última publicación reconocíamos -respecto al complejo entramado de dominación construido a partir de las identidades varón-mujer- que si bien el asunto puede tener su raíz en aquella inevitable construcción bipolar que de la realidad hacemos los humanos: bueno-malo, alto-bajo, negro-blanco, masculino-femenino, ello no justifica la imposición del privilegio androcéntrico como principio del orden relacional interhumano.

¡Pero claro! que no lo justifique no quiere decir que hayamos podido sacudirnos el peso milenario de las estructuras que lo han producido y hoy, pese a no pocos avances en contra, lo siguen reproduciendo. Por eso nuestra perspectiva no deja de ser la de género. Ello, en el sentido de que sigue teniendo plena vigencia la necesidad de invertir la secular dominación del varón sobre la mujer y de reparar las injusticias derivadas de dicha dominación.

Sin embargo, nos preguntábamos sí dicha inversión y reparación -por efecto de la complicidad y retroalimentación con que frecuentemente se da la trabazón de lo masculino y femenino- no ha corrido por los derroteros de una -a veces- simple rotación de privilegios al no poder romper con la vieja oposición binaria varón-mujer. Punto harto complejo y profundamente sensible si tomamos en consideración la lucha legítima e inacabada de grupos y colectivos. Pero punto que quizá pueda merecer una revisión, no por condenar lo hecho, sino por profundizar, agudizar más la transformación comenzada.

A cuento de ello, creemos que la teoría y práctica deconstructivista puede ayudar. Concebida por su representante máximo, Jacques Derrida, como un freno contra los abusos de la modernidad racionalista e idealista que siempre ha sostenido que el sentido del mundo al que hay que despertar, está representado por lo conceptual, la deconstrucción se presenta como apertura a un juego democrático de comprensiones.

Así, frente a la dictadura de una única comprensión, por caso la disyuntiva varón-mujer, deberíamos decir: ni una ni otra. Digamos: ´in-decibilidad` como forma de transgredir la determinación de cualquier criterio. Juego discursivo difícil, pero de consecuencias francamente revolucionarias:
1º la lucha de lo femenino abandonaría los términos teleológicos o finalistas que muchas veces la han llevado a plantearse como recuperación o instauración de una supuesta esencia postergada. 


2º en términos jurídicos, podríamos ir más allá del restablecimiento de la justicia en el tratamiento de la diferencia sexual. Es decir, más allá de la ´discriminación positiva` que busca salvar la igualdad jurídica para las minorías sexuales, étnicas, etc., o sea, para las llamadas ´especiales`. Precisamente lo que en el caso español, permite elevar la unión de personas del mismo sexo a la categoría jurídica de matrimonio, no de unión o eufemismo que se le parezca.

Pero en breve, continuamos…