¡Palabras, palabras y más palabras!
Ellas forman el suelo, las paredes y el techo de nuestra existencia. Sin
embargo, aún reconociendo que pueden desfigurar -como dijera Epicteto- nuestra
percepción de las cosas, las preferimos al silencio, al misterio del que
provienen. Pero entonces: ¿por qué este miedo al silencio?
Precisamente a lo que es el "hogar de las palabras", a lo que les da fuerza y provecho. De hecho, no hay lenguaje sin
silencio. A veces se trata del silencio de la cosa a la que refiere el
lenguaje. Otras, del silencio que ingresa al lenguaje para unir y separar las
palabras de las que está hecho. No existe relación con el otro si no es a
través de los silencios que hacemos cuando escuchamos.
El silencio dice de todo: que el otro existe, que el otro nos abruma, que el otro nos da miedo, que el otro no nos importa en lo más mínimo. Muchos fueron los que lo han pensado: Confucio, Platón, Cicerón, Ovidio, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Blanchot, Derrida. En breve más...
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