miércoles, 28 de enero de 2015

Emociones, sentimientos y no-palabra (I)

¡Palabras, palabras y más palabras! Ellas forman el suelo, las paredes y el techo de nuestra existencia. Sin embargo, aún reconociendo que pueden desfigurar -como dijera Epicteto- nuestra percepción de las cosas, las preferimos al silencio, al misterio del que provienen. Pero entonces: ¿por qué este miedo al silencio? 

Precisamente a lo que es el "hogar de las palabras", a lo que les da fuerza y provecho. De hecho, no hay lenguaje sin silencio. A veces se trata del silencio de la cosa a la que refiere el lenguaje. Otras, del silencio que ingresa al lenguaje para unir y separar las palabras de las que está hecho. No existe relación con el otro si no es a través de los silencios que hacemos cuando escuchamos. 

El silencio dice de todo: que el otro existe, que el otro nos abruma, que el otro nos da miedo, que el otro no nos importa en lo más mínimo. Muchos fueron los que lo han pensado: Confucio, Platón, Cicerón, Ovidio, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Blanchot, Derrida. En breve más...

Quedamos como siempre a vuestra disposición. Podéis escribirnos o llamarnos:
c. Perpetuo Socorro 4, oficina 3 - 50006, Zaragoza
sergiolopezcastro.tf@gmail.com
616 02 38 22

domingo, 11 de enero de 2015

El hombre frente a los otros (II)

Hace días decíamos, respecto a la comprensión de nosotros mismos, que los humanos nos hemos definido por oposición a los otros. Una oposición en la que, histórica y sumariamente, podríamos visualizar sucesivos momentos. En concreto, jalones más o menos significativos en el largo camino de la alteridad:
   a) el de la exclusión, en referencia al mundo antiguo y medieval,
   b) el de la convivencia pactada, en relación al mundo moderno occidental, y
   c) el de la convivencia querida que, como dinámica en ascenso aún no generalizada, se correspondería con nuestro estar en el mundo.

Así, de la consideración -por naturaleza- de los otros: bárbaros, esclavos, mujeres y niños, como seres inferiores, excluidos por tanto de toda posibilidad de mando, pasando por el principio moderno de corte rousseauniano según el cual, merced al contrato social, el hombre pierde su natural libertad y derecho sobre todo cuanto desea, para ganar en cambio la libertad civil, arribamos a la idea de una existencia -la humana- como la única en la que, entre ser y ser ocurre algo que no encuentra parangón en ningún otro rincón de la naturaleza.

De este modo, de Buber en adelante irá cobrando cada vez más fuerza, la idea de una realidad ontológico-ética como la causa explicativa del impulso humano que, en el entre del yo y el tú, en el encuentro, se convertirá en la única posibilidad de superación a las disyuntivas individualista y colectivista. Tanto, que hombre y alteridad casi terminarán por ser términos homologables.
No por nada Lévinas hablará de: la "la necesidad de pensar al hombre a partir de un sí mismo que se pone, a su pesar, en el lugar de todos, sustituto de todos en virtud de su propia no-intercambiabilidad... a partir de la condición o in-condición de rehén, de rehén de todos los otros..." [cf. Humanismo del otro hombre. Madrid, Caparrós Editores, 1998]

De este modo, por fin parece constituirse el puente que lleve del hombre al hombre, que supere la exclusión en aras del caminar compartido, del re-descubrimiento de nosotros mismos en tanto conjuntados a y con los otros.

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Un saludo cordial.

lunes, 5 de enero de 2015

¡Año Nuevo... tarjetas nuevas!

Con el espíritu de siempre, una nueva presentación.


Y también como siempre, quedamos a la espera de vuestras inquietudes y demandas. Escribidnos o llamadnos.
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