martes, 22 de septiembre de 2015

¿Qué nos piden los refugiados, qué los inmigrantes, qué la tierra que gime?... (II)

Decíamos que la instrumentalización, esa sobre la que Immanuel Kant advirtiera como lo necesario a omitir en orden a construir dinámicas personales -y también ambientales- dignas, debía ser reemplazada por variables de cuño positivo. Variables capaces de establecer las ´líneas rojas` a no transgredir, en lo intrínsecamente valorable -que no cosificable- de las personas y el mundo. Por tanto, en criterios superadores de la estrategia liberal-burguesa del respeto; principio más cimentado en el miedo al otro que en su consideración como simplemente otro.

Así, como posmodernos, nos enfrentamos al reto de cimentar lo digno y dignificante sobre criterios tan complejos y conflictivos, aunque quizá más honestos, como los de la intersubjetividad y la sostenibilidad. Criterios que contra todo intento de relativismo: la repetida ´mala prensa` de los discursos fuertes contra los discursos débiles, nos obligan al encuentro y al diálogo con todas las racionalidades posibles. Un punto donde creemos es fundamental recordar algo acerca de esos males modernos sobre lo que ya Hannah Arendt reflexionara en su momento.

Nos referimos al ´aislamiento` como eliminación de la capacidad de acción política y a la ´soledad` como pérdida de uno mismo en las relaciones sociales. Males que, interrelacionados, desde los totalitarismos del siglo XX y el capitalismo industrial del XIX, han irrumpido en la vida masificada de hoy para quedarse. En efecto, de cara a responder a los interrogantes que actualmente nos lanzan los refugiados, los inmigrantes y la propia tierra, pero también cualquier sufriente, nuestros criterios de juicio e intervención no deberían evitar repensar cuál es nuestro posicionamiento respecto a las acciones que hacen al bien común, pero también respecto al bien individual.


Esto porque, sí por un lado la vida humana se redujera a solo mantener intactas, en el nivel que sea, las actividades productoras y de supervivencia, depositando en mano de unos pocos lo que es de interés común, y por otro, esa misma vida humana ya no enlazara con el propio yo que todos somos, caeríamos en la ineficacia política y en el desgarramiento y la superficialidad individual. Males que si bien no son absolutos, conviven entre nosotros… basta con ver nuestras soluciones políticas y sociales a todo sufrimiento. De ahí que dichas respuestas no deban soslayar las incómodas realidades que describíamos. Ignorarlas, nos seguirá sumiendo en remozadas respuestas instrumentalizadoras e hipócritas.

jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Qué nos piden los refugiados, qué los inmigrantes, qué la tierra que gime?... (I)

    Frente a las catástrofes que extrañamente llamamos humanitarias o ambientales, como si las palabras, con su extraño poder diferenciador, fuesen capaces de menguar la responsabilidad única -la de todos- que cabe ante los hechos, convendría comenzar por hacer memoria de lo que ya Kant precisara al respecto.
    En efecto, fue él quien definió lo que habría que omitir cada vez que se quisiera hacer referencia a la dignidad humana. Y hoy, por actualizar la cuestión, a la dignidad de la casa común que habitamos. ¿Y qué es eso a omitir? Pues el instrumentalizar y el ser instrumentalizados, el tratar a los otros, a nosotros mismos y por extensión al medio ambiente, como meras cosas. Como medios ilimitados, capaces de ser convertidos en objetos de intercambio, en mercancía.
    Sin embargo, esta instrumentalización, al definir lo digno e indigno por vía de lo negativo, necesita ser reemplazada por variables de medición de cuño positivo. Por variables capaces de establecer las ´líneas rojas` a no transgredir, no en el respeto liberal-burgués derivado del miedo, sino en lo intrínsecamente valorable (que no cosificable) de las personas y el mundo.
    Así, mientras cosificación humana y ambiental parecerían lo propio de la razón moderna, instrumental e instrumentalizadora, la posmodernidad se enfrenta al reto de saber si será capaz -de sí seremos capaces- de cimentar lo digno y dignificante sobre criterios tan complejos y conflictivos, aunque quizá más honestos, como los de la intersubjetividad y la sostenibilidad.


    Criterios que lejos de legitimar el desembarco colonizador de una racionalidad sobre otras, nos obligan al encuentro y diálogo de todas las racionalidades posibles. En el fondo, a probar y probarnos hasta dónde seríamos capaces de dar veracidad a las rápidas y tremendas conmociones con que reaccionamos ante el autoreflejo mediático de lo que somos.
    Con todo, las redes conscientes e inconscientes en que seguimos -incómoda o cómodamente- atrapados, nos hacen pensar, cuando toca diagnosticar y solucionar, que la responsabilidad es de los otros... ¡Y claro que hay grados diversos de responsabilidad!, pero entonces ¿qué pensar?, qué hacer?...
    Solo por reordenar criterios de juicio y criterios de intervención, recordemos aquella interpelación de Edmund Burke: ´lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada`. Un acicate burgués, para quienes, nos guste o no, vivimos en una sociedad burguesa...