Decíamos que la instrumentalización, esa sobre la que Immanuel
Kant advirtiera como lo necesario a omitir en orden a construir dinámicas
personales -y también ambientales- dignas, debía ser reemplazada por variables
de cuño positivo. Variables capaces de establecer las ´líneas rojas` a no
transgredir, en lo intrínsecamente valorable -que no cosificable- de las personas
y el mundo. Por tanto, en criterios superadores de la estrategia liberal-burguesa
del respeto; principio más cimentado en el miedo al otro que en su consideración
como simplemente otro.
Así, como posmodernos, nos enfrentamos al reto de cimentar
lo digno y dignificante sobre criterios tan complejos y conflictivos, aunque
quizá más honestos, como los de la intersubjetividad y la sostenibilidad.
Criterios que contra todo intento de relativismo: la repetida ´mala prensa` de
los discursos fuertes contra los discursos débiles, nos obligan al encuentro y
al diálogo con todas las racionalidades posibles. Un punto donde creemos es fundamental
recordar algo acerca de esos males modernos sobre lo que ya Hannah Arendt
reflexionara en su momento.
Nos referimos al ´aislamiento` como eliminación de la
capacidad de acción política y a la ´soledad` como pérdida de uno mismo en las
relaciones sociales. Males que, interrelacionados, desde los totalitarismos del
siglo XX y el capitalismo industrial del XIX, han irrumpido en la vida
masificada de hoy para quedarse. En efecto, de cara a responder a los interrogantes
que actualmente nos lanzan los refugiados, los inmigrantes y la propia tierra, pero
también cualquier sufriente, nuestros criterios de juicio e intervención no
deberían evitar repensar cuál es nuestro posicionamiento respecto a las
acciones que hacen al bien común, pero también respecto al bien individual.
Esto porque, sí por un lado la vida humana se redujera a solo
mantener intactas, en el nivel que sea, las actividades productoras y de
supervivencia, depositando en mano de unos pocos lo que es de interés común, y por
otro, esa misma vida humana ya no enlazara con el propio yo que todos somos, caeríamos
en la ineficacia política y en el desgarramiento y la superficialidad
individual. Males que si bien no son absolutos, conviven entre nosotros… basta
con ver nuestras soluciones políticas y sociales a todo sufrimiento. De ahí que
dichas respuestas no deban soslayar las incómodas realidades que describíamos.
Ignorarlas, nos seguirá sumiendo en remozadas respuestas instrumentalizadoras e
hipócritas.