miércoles, 23 de julio de 2014

Ética y Medios de Comunicación (III): nosotros como opinión pública

Antes de irnos de vacaciones, decíamos que los complejos problemas éticos que rodean la gestión de los Medios de Comunicación, nos ponían frente al hecho de nuestra propia constitución como opinión pública. Es decir, frente a nuestra responsabilidad, ante el medio que sea, de lo que fuere toda su programación y el tratamiento de la misma. Esto porque sea o no lo tratado explícitamente informativo, siempre se corresponderá con alguna de las funciones propias de todo medio: informar, formar y educar, entretener y persuadir (Sabés, F. - Verón, J. La eficacia de lo sencillo. Introducción a la práctica del periodismo. Ediciones Comunicación Social, Sevilla - Zamora, 2006). Por lo tanto, sean éstos aspectos los que sean: desde la noticia de la imputación de la Infanta Cristina en el caso Nóos, hasta el más trivial que aporte la prensa rosa, siempre querrán ejercer sobre nosotros un cierto poder.

De ahí que -al no ser información y conocimiento lo mismo- nuestra responsabilidad como opinión pública termine suponiendo, velar tanto por lo ético de los datos que nos llegan y la ética con la cual nos son transmitidos, como construir con o a partir de ellos auténtico conocimiento. Esto porque si bien información y conocimiento se relacionan, que la primera sea necesaria para lo segundo, no debe hacernos pensarla como suficiente. Una cuestión esta última, donde quizá convenga recordar ciertos criterios que a la hora de conformarnos como opinión pública autónoma y crítica serán claves. Estos "Criterios de Noticiabilidad" se refieren a "aquello" que haría que unos datos sean o no relevantes. Por lo tanto, a eso que nos permitiría ejercer ciertas selecciones, tal vez no al momento de elegir ver-leer esto o aquello, pero sí al momento de procesar lo visto o leído. Entre estos criterios tendríamos:
   1. Los llamados clásicos: actualidad, imprevisibilidad, cuantificación, proximidad, conflictividad, negatividad..., y
   2. Otros agregados últimamente: impacto social, interrelación global, calidad y repercusión de los protagonistas, patetismo, apreciación de conflicto futuro, superación científico-tecnológica.

Ahora bien, más allá de estos criterios, sí como decíamos partimos de una realidad ética donde la objetividad como reflejo de la verdad absoluta no existe y la responsabilidad última y efectiva frente a la gestión de los Medios de Comunicación cae de nuestro lado, quizá sí nos quede de cara a estos, un criterio de eticidad fácilmente exigible: el de la honestidad que estos deben desarrollar a la hora de presentar sus funciones. ¿Qué quiere decir esto? Pues que frente al hecho de una verdad que por poliédrica (la verdad como el ser se dice de muchas maneras) se concreta en multitud de posibles relatos publicables, el medio en cuestión debería velar por la honestidad de presentar su labor desde el nombramiento que hará de la verdad. En otras palabras, desde el declarar y respetar el punto de vista desde el cual gestiona los datos. 

En resumen, será clave en nuestro hacer como opinión pública libre y pensante, que evaluada la relevancia de lo que el medio y formato comunicativo que sea vaya a aportar, simultáneamente velemos y exijamos que el punto de vista o interpretación que el medio en cuestión elija, sea declarado y respetado hasta sus últimas consecuencias. ¡Ante lo inevitable de verdades poliédricas, que al menos en todo momento se declare cuál será el punto de acceso a las mismas!   

Como siempre, podéis escribirnos o llamarnos:
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Os dejamos un saludo cordial.